El universo en el que navega nuestra consciencia es un holograma fractal, que se va extendiendo como un árbol de ramas infinitas. El término holograma significa representación (grama) de la totalidad (holos). De modo que un holograma es una parte del todo en que la totalidad se halla reflejada.
La representación de la totalidad en cada una de las partes la encontramos en cualquier rincón del universo que observemos; por ejemplo, en el ADN de cada una de las células de un ser humano podemos encontrar la información genética de todo ese individuo. El hecho de que este fenómeno holográfico se repita en todo lo manifestado es debido a la fractalidad.
Al hablar de los fractales, descubiertos a mediados del siglo XX por Benoît Mandelbrot, nos referimos a estructuras que se van repitiendo en diferentes escalas de la realidad, como las muñecas rusas, donde siempre que abrimos una muñeca, hallamos una más pequeña dentro pero con las mismas proporciones. Nuestra realidad, está formada por una estructura que se va repitiendo en cada una de las múltiples escalas o dimensiones paralelas, en las que nuestra consciencia se halla inmersa. Esas múltiples dimensiones albergan en su interior otras dimensiones en una escala más pequeña, que al mismo tiempo forman parte de dimensiones mayores; y este proceso es infinito, lo cual, como explica Nassim Haramein, nos permite entender cómo lo finito y lo infinito pueden coexistir en el universo.
Por mucho que queramos acceder a una dimensión más pequeña, o a la más incluyente para llegar a entender nuestros orígenes, este proceso jamás tiene fin, debido a la infinitud de ciclos repetitivos que manifiesta la existencia. Por lo tanto, más que llegar a la dimensión original, lo que nos ayuda a comprender nuestra existencia, y el sentido de nuestro proceso evolutivo, es entender cuál es la estructura básica, el patrón creador que está representado en las diferentes escalas de la realidad. Entender esa estructura, por resonancia nos ayuda a entender la infinitud de la existencia.VACÍO Y FORMA
El patrón básico que se repite en todas las escalas de la realidad es un campo de consciencia que se manifiesta con estructura toroidal. Todo lo que existe es un campo de consciencia en sí mismo, que al mismo tiempo forma parte de un campo de consciencia mayor. La realidad es entonces un conjunto de campos, que forman parte de otros campos más inclusivos, que al mismo tiempo forman parte de otros campos más abarcadores. Cada uno de estos campos es un contexto donde la consciencia del universo se manifiesta mediante tres aspectos: información, energía y materia.
En el centro de cada uno de esos campos hay un tubo toroideo que es el lugar de donde sale la información, la cual ordena y condensa la energía, para dar forma a la materia. Ese punto central es el lugar de origen y destino de todo lo que se expresa a través de ese campo de consciencia. Ese tubo toroideo es un agujero de gusano que conecta todo lo que se expresa en la dimensión de lo manifestado con el vacío que es el origen y destino de todo lo manifestado.
Javier Lorente.
Que cuestión tan genial, que el origen de la energía sea en realidad su destino, y a la vez ese destino la lleva de alguna manera a su origen. Realmente este es el patrón universal de la energía, y que así como se da a gran escala, también se da a tan pequeña escala como son nuestras células, nuestro propio cuerpo; lo importante es sentir cuando nos recorre y como se manifiesta en todo lo que nos rodea.
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