30 de enero de 2014

NOSOTRAS LAS PLANTAS. DANIEL MEUROIS.


Tengo la suerte de tener un pequeño jardín contiguo a la casa donde vivo. 
Entonces, cada año, cada vez que llega un día con buen tiempo, me gusta observar mi pequeño rincón de naturaleza. 
Admiro su desarrollo, la variedad de especies vegetales que le dan encanto, podo, planto… sin duda como muchos que tienen la misma suerte. 
Sin embargo, desde hace varios años, también me gusta mirar de una manera diferente el universo abundante e increíblemente diversificado de las hierbas, las plantas, los arbustos y los árboles. 
Diría que descubro con delicia toda la psicología apenas escondida. Esta palabra de ¨psicología ¨ puede prestarse a sonreír en este contexto. Por definición, un vegetal es famoso por vivir en un estado vegetativo ¿no?
¡Y sin embargo! ¿Jamás observáis de qué manera ciertas especies tienen un desarrollo que muestran un parecido sorprendente con algunos comportamientos humanos?
Algunas de ellas son simplemente hermosas y generosas, pero las hay también desbordantes en todos los sentidos, que se agarran a todo lo que está a su alcance, que asfixian a otras o que se alimentan de su sustancia.
Ésas llegan a veces a hacernos olvidar a otras que están simplemente ahí, sin problemas y que no necesitan una tierra rica para que puedan ofrecer lo más bello de ellas mismas. 

Algunas de ellas son amoldables y disciplinadas, quedándose tranquilamente allí dónde se la sembró mientras que otras, no muy lejos, constantemente tienen sed, jamás tienen bastante sol o, por contrario, tienen demasiado. 

Luz, sombra, sequedad, humedad… A veces, no sabemos ya cómo ¨gestionar” este pequeño mundo, ya que con un poco de atención percibimos rápidamente que una especie se acomoda mal con la cercanía de otra especie. Sí, ¡las incompatibilidades existen también entre las plantas! 

Diría que las hay orgullosas, solitarias, tímidas, generosas, infatigables, susceptibles, invasoras y simplemente dulces y hermosas. También se sabe que entre ellas se encuentran las matinales, otras que prefieren seguir paso a paso el curso del sol, las que liberan su perfume sólo a la caída de la tarde, las que se repliegan tan pronto como se las toca y también las que florecen sólo en invierno. Por último, están todas las que se cuelan por todas partes arrastrándose mientras que otras pueden vivir sólo elevándose al cielo. 

¿Qué más decir? Que existen las que saben alimentar el suelo allí donde crecen y mueren, también las que solo saben acidificarlo en exceso. 

Entonces, en medio de todo esto, cuando me veo trabajando entre ellas para intentar establecer un equilibrio más bello y posible con el fin de que cada una tuviera su sitio, justo evitando que se asfixien o que asfixien a otras, a menudo me pongo a pensar en nuestras sociedades humanas tan complejas, ellas también, de armonizar.. 

Y cuantos más años pasan, más compruebo hasta qué punto la ley de las analogías es completamente igual a las del universo. Es un poco como si la Naturaleza misma hubiera generado grandes arquetipos, eternos, según los cuales todos los reinos se ordenan invariablemente. 
Realmente, estos arquetipos parecen expresarse junto a los diferentes ámbitos de la vida, en sus formas y su estética, en las funciones, los temperamentos y los comportamientos. 

¿Quién no se ha dado cuenta nunca cómo, nosotros los humanos, sabemos de forma inconscientes que en más de un aspecto nos parecemos a un animal u otro? 

Abramos nuestros ojos… ¿no existe, entre nosotros, quien no evoque el comportamiento o el modo de ser de un galgo, de un bulldog, de un felino o rumiante, de una ave, de una comadreja, de una rana, de un pez o incluso, hasta de un insecto? 

Voy a hacer una confidencia… Yo mismo, siempre me he visto como un bearded-colley, estos perros ganaderos ingleses barbudos y con los pelos largos que tienen un comportamiento de tipo ¨vehículo todo terreno¨… 

Pero volvamos a nuestras plantas y a las reflexiones a las que éstas pueden invitarnos porque, sin duda, no es ¨por nada¨ que os he llevado en su dirección. 

En efecto, creo que puede ser interesante observar en nosotros nuestras actitudes y reacciones, basándonos en los grandes esquemas arquetípicos que el mundo de las plantas nos propone de manera explícita. 

Por qué entonces no nos otorgarnos unos instantes y valientemente, pero de un modo divertido, nos planteamos la siguiente pregunta: "¿si fuese un vegetal, cual sería? ¿Una enredadera? ¿Una margarita de las praderas? ¿Un tulipán? ¿Una lila? A menos que no sea un cactus, un cardillo, una hiedra o una madreselva… ¿Una rosa? ¿Un poco fácil no? " 

Por supuesto, hay miles y miles de respuestas posibles. Ninguna hierba, ninguna planta es mala, porque todas ellas se derivan de esa Fuerza sagrada que llamamos Vida… Simplemente es necesario que cada una esté en su sitio para desempeñar plenamente su papel. 

Planteate esta pregunta… La respuesta, sea la que sea, si es sincera, puede ser muy rica en enseñanzas, porque cuanto mejor veamos a través de nuestras máscaras, mejor identificaremos nuestras debilidades y nuestras fuerzas, es acercarse a sí mismo, ahí dónde nos espera más paz. 

La intención de este ejercicio no es acusarse ni vanagloriarse de lo que sea. Es haciendo el esfuerzo por conocerse mejor cada uno, es como puede expresar lo mejor de sí mismo. Acercarse a una maestría más grande de sí, es avanzar siempre hacia más armonía… La verdad es que por desgracia, esto no se enseña en ninguna escuela. La base mediante la cual se podría hacer que el mundo sea, cada uno en la medida de sus posibilidades, un poco más bello, un poco más límpido… y que estemos, nosotros también, cada uno en su sitio. 

Al parecer todos somos co-creadores… 

Entonces, hoy en día, ¿no creéis que esto podría ayudar? Es solo una idea, nada más… Un forma de ser menos vegetativo cuando todo se mueve.

Daniel Meurois 
Crónica-Julio 2013

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