Cuenta su experiencia para superar enfermedades crónicas liberando la mente y cambiando hábitos . “Aprendí a dejar de agradar, a no ser obediente y perfecta, causas de mi fibromialgia”
Dos años después de que le diagnosticaran fibromialgia, con un cargamento de pastillas a cuestas cada día y con unos dolores que sólo empeoraban, Maria Àngels Mestre decidió rebelarse.
Postrada en la cama durante tres días por una contractura en la pelvis, incapaz de moverse, esta arquitecta que entonces tenía 54 años explica que tomó las riendas de su vida y de su salud.
“Decidí que iba a dirigir mi proceso de curación, que iba a gestionar mi enfermedad. No volví al hospital, fui abandonando las pastillas, opté por la medicina holística”, explica.
Y se curó.
Ha puesto su experiencia, el camino que ella recorrió, al alcance de todos aquellos que padecen alguna enfermedad crónica.
Método Mestre es su cuarto libro, una síntesis de los anteriores que parten de su proceso de superación de la fibromialgia, de sus recomendaciones sobre alimentación para afrontar el cáncer y que ofrece gratuitamente.
No quiere sustituir al médico, sino dar unas pautas “para que el enfermo deje de ser paciente y se convierta en el responsable activo de su salud”.
Desde una perspectiva global, integrando todo los aspectos del ser humano y su relación con el entorno.
Su anhelo de curarse, explica, es lo que le movió a abrir la mente y cambiar la forma de pensar, sentir y actuar.
Había perdido las ganas de vivir, tenía la autoestima por el suelo. “El cuerpo -señala- obedece y enferma”.
Por ello indica que para curar el cuerpo hay que cuidar el alma y entender la salud como una globalidad con cinco pilares: espiritual, mental, emocional, bioenergético y físico.
La alimentación se convierte en la principal medicina.
Aprendió a perdonar, perdonarse, y a saber decir no.
El orgullo perfeccionista, el hacer siempre lo que se esperaba de ella para agradar, la ira contenida… todo fue lanzado por la ventana.
Considera que la fibromialgia es una enfermedad que afecta sobre todo a las mujeres debido a una sociedad de patrones machistas represiva para ellas, obligadas a esconder las emociones.
“Aprendí a dejar de ser sumisa y obediente, y a decir que no sin que me importase”, explica.
¿Y la familia?. “Al principio estaban trastornados, pero también han aprendido”.
¿Cómo pienso?¿Qué siento? ¿Cómo me relaciono con el entorno y conmigo misma?¿Con el medio en el que vivo?¿En qué me equivoco?
La meditación le ayudo a digerir las emociones y a calmar la mente, probó la acupuntura, el shiatsu y llegó a la alimentación macrobiótica.
Fue importante, subraya, “aprender a desaprender” y romper prejuicios.
Ella era arquitecta y no podía mover la mano, ni sentarse en una silla.
Había ido perdiendo la energía, lo que define como el puente entre el espíritu y la materia, el motor de la acción.
Años de mucho trabajo, recuerda, en los que se había apartado de la naturaleza, de sus fuentes de energía que “son medicinas”.
El sol, el aire (respiración, ejercicio), el agua, el sueño y la alimentación.
Mestre es hija, sobrina y hermana de médicos, pero decidió hacer su camino en un proceso en el que considera que la alimentación es una cuestión fundamental.
Optó por la macrobiótica suprimiendo los alimentos acidificantes, oxidantes, inflamatorios y tóxicos. Entre otras cosas dejó de consumir azúcar, carnes procesadas, conservas y precocinados, lácteos y huevos.
Llenó la despensa de cereales integrales, legumbres, algas marinas, pescado pequeño y salvaje, verduras de raíz.
La sopa de miso fue uno de sus principales aliados y cada mañana bebe agua de mar.
Siete meses después se encontraba perfectamente y fue entonces cuando decidió cambiar de profesión.
Dejó la arquitectura y su puso a escribir su experiencia y a dar charlas.
Para vivir “sin tóxicos”, internos y externos.
Para ayudar a quien quiera seguir su camino.
La Vanguardia
Aquí descarga gratuita de su libro para superar enfermedades crónicas
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