18 de agosto de 2015

EL MAESTRO DEL CORAZÓN.

Para comprender la dinámica y funcionamiento interior del ser humano, podemos usar una analogía que es muy sencilla a la vez que efectiva, bien conocida por las antiguas tradiciones que la han usado para dar a conocer el comportamiento del ser humano en su totalidad.

Esta analogía, compara al ser humano con un conjunto formado por un carruaje, un caballo que tira de él, un cochero que dirige el caballo y el señor, sentado en el carruaje, detrás del cochero.


- El carruaje representa el cuerpo físico.
- El caballo, las emociones.
- El cochero, la mente.
- El señor, la esencia de lo que somos verdaderamente (cualquiera que sea el nombre que se le dé: Conciencia Superior, Ser Superior, Maestro Interior, Guía, etc.).

- El conjunto físico, emocional y mental constituye lo que a menudo llamamos “personalidad o ego”.

- El cuerpo físico, el carruaje
Según esta analogía, el estado en que se encuentre el cuerpo físico –el carruaje- no sólo
depende del mantenimiento que le procure un cochero inteligente, sino también de la forma en que sea llevado por el caballo.
Así pues, dado que el estado del cuerpo físico se puede observar y evaluar con facilidad, nos dará preciosas indicaciones respecto al grado de dominio del cochero sobre el conjunto formado por el caballo y el carruaje.

- Las emociones, el caballo
En la palabra emoción está implícita “moción”, o sea, movimiento.
Las emociones son las que inician el movimiento, y lo hacen a través de los deseos.
Si bien es cierto que hay diversos tipos de deseos no es menos cierto que la palabra “emoción” conlleva en su esencia, un vasto depósito de energía accesible a todo el ser.
Por eso, el caballo representa las emociones: es él el que posee la energía necesaria para tirar del carruaje.
Así pues, es un elemento básico en la realización del viaje.
¿Cómo se utilizan las emociones? Ésa es una pregunta importante, fundamental porque, entre otras cosas, el arte de utilizar el inmenso depósito emocional, requiere gran maestría…

- La mente, el cochero
La mente es la sede de los procesos del pensamiento.
Podemos distinguir en ella dos aspectos del ser humano, ambos muy complejos. Gracias al desarrollo de su inteligencia, las funciones del cochero son en principio, las siguientes:
1. transmitir a su señor las informaciones procedentes del exterior,
2. entender sus directrices en respuesta a las informaciones recibidas,
3. ser capaz de dominar el caballo y llevarlo en la dirección que el señor le
haya indicado y
4. cuidar con eficacia del carruaje.

Así pues, resulta fácil comprender hasta qué punto es importante el papel de la mente, no sólo porque es el vínculo entre el Ser Superior y el ego sino porque, además, a través de ella el ego expresa en el mundo la voluntad del señor, el Maestro Interior.

Esta analogía pone de relieve un elemento importante relativo a las emociones, y es que el comportamiento del caballo depende del modo en que sea dirigido por el cochero. Eso significa que los diversos estados emocionales dependen en gran parte de los pensamientos y no de lo que ocurre en el exterior, como acostumbramos a creer.

- La Esencia del Ser, el Señor
La sociedad materialista no acepta la Esencia del ser humano, niega que exista. Pero todas las tradiciones nos recuerdan que, aunque es evidente que tenemos cuerpo físico, emociones y pensamientos, también somos mucho más que todo esto.
Los nombres que se atribuyen a ese aspecto Esencial del Ser son tan diversos como las culturas.
El “Ser” es el aspecto del ser humano portador de las más elevadas cualidades del corazón y del espíritu que puedan concebirse.
Y aunque el concepto resulte un tanto vago, veremos que el contacto consciente con la verdadera fuente de ese potencial, puede llegar a convertirse en algo muy concreto.
Los recientes descubrimientos de la ciencia están empezando a revelar que exista esa parte del ser humano sutil, ¡pero cuán activa y potente!

- El funcionamiento ideal
El funcionamiento ideal del ser humano sería el siguiente:
El señor (el Ser), portador del conocimiento y de la sabiduría, transmitiría sus directrices al
cochero (la mente) en forma de ideas que le ayudarán a despertar, a abrirse y transformaría en
pensamientos inspirados, necesarios para la ejecución de la voluntad del dueño del vehículo.
La voluntad del cochero y la del señor serían una sola y única voluntad.
El contacto entre ambos sería tan directo y enriquecedor que permitiría al cochero  tener un dominio perfecto del caballo (las emociones).
Además, dirigiría con armonía y eficacia el conjunto formado por el carruaje y el caballo, conduciéndolo por el camino designado por el señor –que es el único que lo conoce- sin extraviarse por sendas peligrosas o callejones sin salida.
El caballo, actuaría con toda su fuerza (potencial emocional disponible por completo) y tiraría del carruaje con rapidez, armonía y eficacia (máximo potencial creador).
Si a esto se añadiera una conducción inteligente, se conseguiría el buen estado del carruaje (buena salud y mucha energía física).
De esta forma, el conjunto formado por los sistemas mental, emocional y físico, podría expresar perfectamente en el mundo material la voluntad de nuestra esencia. Y así manifestar de modo concreto las elevadas cualidades del corazón y del espíritu que el señor del carruaje porta en sí: Inteligencia Superior, sabiduría, compasión, inspiración y se viviría entonces en un estado de plenitud, creatividad, fortaleza y amor que nada ni nadie podría alterar.
Se estaría en condiciones de hacer frente a los desafíos de la vida con sabiduría, inteligencia,
serenidad y equilibrio.
Y por lo que respecta al caballo (el sistema emocional consciente e inconsciente), permanecería abierto y sensible, pero sin dejarse perturbar por otros caballos o carruajes que, mejor o peor dirigidos por sus correspondientes cocheros, circularan por el mismo camino.
Perfectamente guiado, podría continuar su ruta cualquiera que fuera el comportamiento de los demás y cualesquiera que fueran las circunstancias externas.
Sin el descontrol emocional habitual.
Nuestras relaciones serían dichosas y enriquecedoras y, como es natural, se convertirían en ocasiones para celebrar el viaje de la vida.
Podríamos disponer de toda nuestra energía para crear e irradiar plenamente nuestra luz en el mundo. Sería muy agradable poder alcanzar ese ideal…
Annie Marquier.


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