7 de mayo de 2015

CAMINAR PARA ACLARAR LAS IDEAS.

Un buen paseo no solo tiene beneficios físicos. También nos relaja y nos ayuda a vaciar la mente. 
¿En qué momento nos volvimos locos con el 'running' y dejamos de lado las caminatas?
"Caminante, no hay camino, se hace camino al andar". 
Cuando Antonio Machado escribió estos versos poco podía imaginar que, algunas décadas más tarde, se caminaría más bien poco. 
Pero, ¿a son de qué hemos dejado de ir a pie? ¿Por qué damos menos paseos? 
En parte, porque las ciudades son hábitats hostiles a las caminatas: una sucesión sin fin de aceras, semáforos y pasos de cebra poco alentadores a paseos tranquilos. 
Bolardos, socavones y otros peatones acelerados tampoco lo ponen fácil. 
A veces, las distancias son tales y vamos tan mal de tiempo que sale más a cuenta coger un autobús o el metro. 
Y, seamos francos, otras la vagancia nos puede... 
En definitiva, lo de pasear un rato porque sí es una costumbre en extinción. 
El homo sapiens, acabará dando paso a un espécimen de culo aplastado sobre el sillón y dedo erecto acariciando alguna suerte de pantalla táctil. ¿Triste, no?

Salir a dar una vuelta para despejar la mente ha ayudado a progresar a la ciencia y ha dado alas a los poetas.
“Pasear es un acto de libertad". 
Puedes dar solo unos pasos, caminar tres manzanas o dar la vuelta al mundo”.
No hacen falta senderos ni carreteras. Con que haya tierra firme basta. 
“Mientras se camina, el cuerpo y la mente pueden trabajar juntos”, expone Solnit en su libro ‘Wanderlust: Una historia del caminar. 
Ella misma reconoce que cuando se puso a escribir, tuvo que parar. 
“Un escritorio no es lugar para pensar a lo grande”. 
Así que se separó del teclado y empezó a dar caminatas de varias horas. 
"Caminar nos deja libres para no perdernos en nuestros pensamientos". 
Desplazarse a pie hace más fácil moverse en el tiempo: la mente se libera, se relaja y aparecen nuevas percepciones. 
Dicho en lenguaje materno, que ya se sabe que las madres siempre son sabias y concisas: “Anda, vete a dar una vuelta y aclárate las ideas”.

Jean-Jacques Rousseau comentaba que "solo puedo liberarme cuando estoy caminando. Cuando me detengo, aparecen los pensamientos". 
Aristóteles y sus alumnos se daban un buen paseo por las afueras de Atenas antes de llegar al lugar donde estaba su Academia. 
No es broma: paseo en griego se dice peripatos y a los miembros de aquella escuela se les conocía como peripatéticos. 
Siglos después Hegel, Kant o Kierkegaard daban forma a sus teorías desgastando la suela de sus zapatos por las calles de Heidelberg, Kaliningrado o Copenhague, respectivamente. Hasta en las series de televisión hay infinidad de secuencias donde los protagonistas debaten sobre lo divino y lo humano mientras caminan.

En nuestro tiempo se ‘navega’ mucho y se pasea poco. 
Y así estamos de agobiados. Con las ideas embotadas. 
Homogeneizadas por esa falsa ventana al exterior que es Internet.
Anda que no hay películas románticas de chico encuentra chica mientras deambulan por la ciudad. Si en vez de paseando, Hugh Grant y Julia Roberts hubieran estado en sus casas jugando al Candy Crush o enfrascados en un grupo de Whatsapp nunca se habrían encontrado y adiós al argumento de Notting Hill

Todo esto hace un flaco favor al organismo, necesitado tanto de oxigenar la mente como de ejercicio físico. 
Paradójicamente, cuanto menos se pasea, más de moda se ha puesto el running. 
“Toda la población puede caminar. Correr, en cambio, ni gusta a todos ni se recomienda para personas con enfermedades cardiovasculares, problemas de articulaciones o con sobrepeso”. 
Se recomienda caminar al menos media hora al día. 
“Si no se aguantan esos treinta minutos seguidos pueden hacerse en dos bloques de quince minutos. El ejercicio es acumulativo y tiene el mismo efecto beneficioso para la salud que si se hiciese de forma continua”. 
De hecho ya hay iniciativas de quedadas para pasear. 
Se organizan grupos de paseos saludables por el parque de El Retiro, en Madrid. 
El power walking: “Se trata de caminar rápido movilizando los brazos, activando el abdomen y elevando ligeramente la punta del pie”. 
A los beneficios físicos de cualquier actividad física, se añaden otros de índole emocional: “Caminar a buen ritmo aumenta las endorfinas y la serotonina, hormonas reguladoras del bienestar físico, mental y emocional. Además, ayuda a desconectar del estrés del día a día, reduce la ansiedad y los estados depresivos y nos mantiene en contacto con la naturaleza y con más personas con las que compartir el deporte y otras experiencias”. 
Salomé García.


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