4 de septiembre de 2014

LOS FUNDAMENTOS DE LA ATENCIÓN PLENA. THICH NHAT HANH




La atención en el cuerpo
La práctica de la conciencia del cuerpo y de la mente es muy importante. 

El método que seguimos es inspirar y espirar, reconociendo la duración de la respiración hasta ser conscientes de todo el cuerpo y conseguir que se relaje. 
La palabra sarvakaya, se refiere al “cuerpo entero”, significa ‘todas las partes del cuerpo’, lo que implica darse cuenta de éste como un conjunto de elementos y tomar conciencia de todas sus partes.
Conscientes de nuestro cuerpo cuando estamos de pie, cuando caminamos, cuando estamos sentados o tumbados. Así, a través de la contemplación, penetramos en la naturaleza de cada parte de nuestro cuerpo y observaremos que su base, son los cuatro elementos: tierra, agua, fuego y aire.
Cuando somos capaces de tomar el mando de nuestro cuerpo a través de la atención, nos volvemos uno con él y nos hacemos también dueños de nuestra mente.
Cuando se practica, se hace con el cuerpo, el propio cuerpo es el objeto de la práctica. 

Si no somos capaces de asir con firmeza nuestros pasos y nuestra respiración, es imposible que consigamos hacerlo con nuestras actividades mentales. 

La atención en las sensaciones
Los maestros ancestrales, enseñan que el dolor y las sensaciones desagradables son más fáciles de reconocer que las neutras. 

Sin embargo, una sensación neutra también es una sensación, no la inexistencia de ellas.
Si nos duelen las muelas, experimentamos una sensación desagradable; y cuando el dolor pasa, pensamos que ya no sentimos nada; pero de hecho, tenemos una sensación neutra.

 
Solemos decir que quien practica la atención tiene la capacidad de convertir en placenteras las sensaciones neutras. 
Personalmente, siento que permanecer feliz en el momento presente, es la práctica más importante. 
Si somos hábiles e inteligentes, cualquier sensación neutra la convertiremos en agradable (observaremos los pájaros cantando, las flores que se abren, el azul del cielo, el brillo de los ojos de la persona que esté a nuestro lado). 
La expresión metafórica ‘volver a casa y tomar posesión de la herencia’, a menudo utilizada para referirse a este estado, significa encender la lámpara de la atención y permitir que la felicidad y la alegría nos colmen. 
Solamente necesitamos permanecer felices allá donde estemos.

La atención en la conciencia
Reconocemos cuándo hay deseo en nuestra mente y cuándo no; y si no lo hay, nos sentimos felices, porque el deseo es abrasador como el fuego, nos agita y nos hace dar vueltas en círculo, perder la libertad. 

A veces constatamos que no hay deseo y pensamos que, entonces, no hay nada; pero, de hecho, hay algo: hay libertad. 
Y cuando hay libertad, hay felicidad. 
La ausencia de cólera es gozo, tal como la presencia de amor también lo es; porque ambos nos hacen felices.
Hay una maravillosa montaña en la India en la que la gente excava grutas, no utilizan ladrillos ni cemento, solo remueven la tierra y quitan las piedras. 

Sucede lo mismo con nuestro despertar y nuestra felicidad: para hallarlos debemos remover las cosas que realmente no necesitamos. 
Basta con quitar el deseo y el odio para que aparezca una gran cantidad de bienestar. 
No pensemos que al deshacernos de ellos aparecerá un gran vacío, un agujero.
El despertar y la liberación están disponibles, pero oscurecidos; si removemos lo que los oculta, entonces se manifiestan. 

Porque cuando nos desembarazamos de los obstáculos, algo aparece en su lugar.
Lo reconocemos y lo aceptamos, porque eso es lo que somos. 

No luchamos contra ello ni lo odiamos, es una parte nuestra. 
Este es el método de la no violencia, que surge del principio de la no dualidad. 
Las formaciones mentales no son nuestros enemigos: son nosotros mismos, y es nuestra obligación cuidar de ellas.
Las emociones negativas, las que nos hacen sufrir, las que nos perturban y destruyen nuestra paz, reciben en sánscrito el nombre de klesha. 

Hay seis básicas. 
Las fundamentales son: el deseo, el odio, la ignorancia, la desconfianza, los prejuicios y el orgullo. 
Si proyectamos un rayo de luz sobre la ignorancia y la iluminamos, se disuelve. 
Es el rayo láser de la comprensión. 
Y la atención es la energía que hace surgir ese rayo de luz.
E igualmente ilumina y disuelve las otras cinco emociones conflictivas.
En el almacén de nuestra mente hay de todo, está todo: ¿por qué, pues, no sacamos algo que nos ponga realmente contentos? A esto le llamo yo cambiar el chip.
Si algún contenido mental es muy poderoso y no podemos ‘cambiar de historia’, entonces hagámosle caso, transformémoslo. 

Tal vez desaparezca unos minutos y luego regrese; pensamos en otra cosa pero aquello vuelve. 
Entonces lo mejor es hacerle caso. 
Libros Budistas.

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