8 de julio de 2014

MENSAJE OCULTO EN UN VESTIDO.




Rebecca Gallagher es una joven de Gales, Reino Unido. 
Hace poco fue testimonio de algo absolutamente inesperado cuando fue a buscar las instrucciones de lavado del vestido que había comprado en una tienda de la cadena de ropa Primark por unos 12 euros. 
Allí encontró un mensaje cosido y escrito a mano que decía: “Obligados a trabajar exhaustos durante horas”. El mensaje de socorro que ha lanzado un trabajador anónimo de la firma de moda low cost ya ha dado la vuelta al mundo.
Rebecca llamó a Primark para alertar de su hallazgo y para pedir una explicación, pero dijo que “fue puesta en espera durante 15 minutos antes de que su llamara fuera cortada”.
Un portavoz de Primark dijo que no había habido “ningún otro incidente de este tipo”, y añadió: “Estaríamos muy agradecidos si el cliente nos diera el vestido, para así poder investigar cómo se adjuntó la etiqueta adicional y averiguar si hay otras incidencias que deberían ser analizadas”.
Ha sido la repercusión mediática de la noticia la que ha hecho mover ficha a la compañía. Muchas empresas como Primark han recibido denuncias por parte de ONG y activistas que creen que cadenas textiles y de confección están explotando a trabajadores en países como Bangladesh y otros.
En este sentido, todos tenemos aún en mente lo ocurrido el pasado 8 de octubre de 2013 en Bangladesh, donde el incendio de una fábrica de ropa de la capital, Dhaka, provocó la muerte de 9 personas. 
Algo aparentemente leve comparado con el fatídico “accidente” en el edificio Rana Plaza que tuvo lugar el 25 de abril de este año. El lugar albergaba fábricas textiles al servicio de grandes firmas occidentales como El Corte Inglés, Primark o Mango. La cifra de muertos se elevó a 1.127 y fueron más de 2.400 las personas heridas. Primark se comprometió a aportar hasta 8 millones de libras en concepto de indemnización por el suceso.
Estos desastres sirvieron para poner, una vez más, a estas grandes empresas textiles en el ojo del huracán. 
Las malas condiciones laborales y de seguridad de los trabajadores de estos talleres en algunos países asiáticos o africanos son el pan de cada día. 
Ahora, la etiqueta de la prenda comprada por Rebecca no hace más que certificar ese silenciado grito de auxilio de sus trabajadores.
Rebecca termina con una reflexión sobre el caso:
“Honestamente nunca había pensado mucho en cómo se hacen las prendas. Pero esto realmente me hizo pensar a costa de qué y de quién conseguimos nuestra moda barata”.
Lluís Torrent.

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