21 de mayo de 2014

SWAMI PACIENCIA. DANIEL MEUROIS.



Debo decir que, a lo largo de los años, me he topado con algunas de esas almas febriles que querían quemar desconsideradamente las etapas de su maduración. 


Por sus excesos, algunas de ellas vivían en un cuerpo cuyo metabolismo estaba perturbado mientras que su mundo interior no estaba hecho más que de delirios místicos.

Desde luego son casos extremos… pero me parece importante mencionarlos para insistir una vez más sobre la importancia del respeto a la obra del tiempo en todo proceso de transformación. 

Este respeto garantiza la armonía que debe acompañar a un proceso verdaderamente espiritual.
Digo verdaderamente porque algunos procesos que se pretenden espirituales son, en definitiva y ante todo, una búsqueda de poder o de capacidades psíquicas. 
Evidentemente, en estos casos es siempre la personalidad encarnada, las capas bajas del ego, las que actúan escondiéndose detrás de la máscara de la pureza. 

Nos encontramos entonces bien lejos del Advaita, de la búsqueda de la unión con el Divino.
Sea como sea y sin hablar de los casos extremos, si aparecen molestias físicas será prudente disminuir progresivamente y abandonar por un tiempo nuestras técnicas de meditación, visualización, respiración y concederse un poco de silencio.

La finalidad de una práctica es favorecer una respiración más amplia y más luminosa del ser y no conducirlo a una especie de desafío personal dibujando los barrotes de una nueva cárcel mental y física.

El hecho de abandonar momentáneamente toda práctica no es en absoluto una señal de fracaso. 
Es solamente aceptar los ciclos íntimos de nuestra alma y de nuestro cuerpo. Es vivir la enseñanza de ese otro gran Maestro, muy discreto, que tiene por nombre Swami Paciencia.

Aunque todos los ejercicios que os propongo no sean rígidos ni comporten riesgo alguno, este llamamiento a la moderación y al respeto hacia la obra del Tiempo es igualmente válido para ellos, pues toda perseverancia desvinculada de un equilibrio, y por tanto de una armonía, nunca puede ser constructiva.
Extraído del libro "Advaita" de Daniel Meurois.

Ediciones Isthar Luna-Sol.

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